Es mucho lo que se ha escrito acerca de la meditación, sus técnicas, sus orígenes, sus beneficios… pero lo que resulta difícil de explicar es por qué meditamos.
Cuando nos acercamos por primera vez al mundo de la meditación, tal vez de manera accidental, o en clase de yoga o Tai-Chi, cuando la clase termina eres consciente de que te sientes bien, incluso mejor que los otros días que has ido a clase. Todavía no sabes que ese bienestar se debe a la meditación, pero la siguiente vez que hacéis meditación en clase, de nuevo te vuelves a sentir bien, muy bien, y poco a poco vas tomando conciencia de que ese bienestar que se prolonga en el tiempo se debe a la meditación. Ya no solo te sientes bien después de la sesión de yoga, sino que en los siguientes días la sensación perdura, y tu forma de estar en el mundo va cambiando.
Gracias a la práctica de la meditación, la ansiedad y el estrés se reducen. La meditación nos ayuda impulsar nuestro bienestar interior, nuestro bienestar emocional. El deterioro de la inteligencia fluida propia de la edad, se enlentece en las personas que practican yoga y meditación. Y las redes cerebrales encargadas de la actividad funcional en reposo se conservan mejor.
“Alta como una montaña, larga como mil leguas, la ignorancia acumulada durante la vida solo puede ser destruida a través de la práctica de la meditación: no hay otro medio posible” (Dhyanabindu Upanishad)
Todo lo que vemos y percibimos como el mundo que nos rodea, viene determinado por nuestros filtros, nuestra cultura o nuestras creencias limitantes. Todas las experiencias que vamos atravesando a lo largo de nuestra vida, las revestimos con los colores de nuestras emociones, poniendo etiquetas que no tienen que ver con la experiencia en sí, sino con nuestra forma de percibirla, poniendo nombre a la alegría o a la tristeza. Meditamos para poder ver el mundo tal como es, sin etiquetas, sin juicios. Cuando la mente está en calma, todo está en calma. Somos nosotros los que creamos nuestro propio destino, nuestra propia calma.
La mente se convierte en un instrumento a nuestro favor; gracias a la meditación, nos ayuda a poner orden y tranquilidad en el interior; comienzas a ser espectador de lo que te ocurre, a no involucrarte, a desidentificarte. Te das cuenta de que tú no eres tus emociones: el dolor es real, pero el sufrimiento es opcional.
La meditación además, estimula la autocuración, nos dota de una mayor creatividad y conciencia, aumenta el cociente intelectual, estimula el sistema inmune y refuerza y estimula a su vez las zonas del cerebro relacionadas con la alegría y la felicidad.
La meditación nos proporciona un espacio en el que restaurar nuestra paz interior.
Podríamos estar hablando durante horas acerca de por qué meditamos, pero esencialmente, puede que el motivo principal que ha llevado a las distintas culturas por el camino de la meditación, haya sido la búsqueda espiritual, la conexión con el Ser, con la Esencia que hay en cada uno de nosotros.
Si bien, es cierto que en las últimas décadas sobre todo en occidente estamos siendo testigos de un movimiento pro-meditacional, que lo que busca no es tanto la autorrealización del Ser, como los beneficios fisiológicos y psicológicos que nos ayudan a enfrentarnos a nuestra propia realidad, al entorno que nos rodea, de un modo más efectivo.
Pero en definitiva, la meditación es una forma de incrementar la conciencia o el conocimiento espiritual para llegar a la experiencia de unión con la realidad última, con lo Absoluto.
Buen día y feliz práctica.
ॐ Sat Nam ॐ